
Este es el fin de semana donde numerosas empresas hacen la tradicional cena de navidad entre los trabajadores. Si ya no hay suficientes compromisos, la empresa se suma a la moda de hacer una cena de buenos hermanos cristianos. Hoy tengo mi cena de empresa. Seguro que habrá risas, llantos, alcohol y drogas por doquier. ¡Ah! Soy autónomo. Por lo que mañana, volveré a tener una cena de empresa. Y así sucesivamente.
Las cenas de empresa, al igual que el sexo, están muy sobrevaloradas, y es que durante toda la semana los trabajadores ya preparan y comentan todo aquello relacionado con la cena, una oportunidad única para ofrecer una nueva imagen ante las personas con las que compartes 1/3 de tu vida. Buen momento para ponerte lentillas en vez de las tristes gafas de a "diario" o lucir ese vestido que deja entrever tus encantos, además de hablar de todo tipo de temas de conversación.
Lamentablemente hay que contar con un elemento inesperado y que debería estar completamente prohibido en este tipo de eventos: El alcohol. Y es que el alcohol en estos acontecimientos tiene más peligro que Di Maria dentro del área visitante. Y es que alguien borracho ante su jefe es un peligro. Puedes desde contar chistes malisimos, puedes bailar sin gracia ninguna, tirarle pan (literalmente y no) a la secretaria buenorra (que, seguramente se la esté zumbando el jefe), o lo que es peor, puedes terminar diciendo lo que piensas del gañán de tu superior.
Y no, nunca he ido a una cena de empresa, pero tampoco me han dado por culo y sé que duele. Y mucho.
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