
Al igual que a millones de personas, a mi me fascina el fútbol. Pero no solo el fútbol de primera línea, con los clásicos Barça - Madrid o finales de Champions o Mundiales como mayor exponente. A mi me gusta el fútbol en general, especialmente cuando aquellos que lo practican suplen con entusiasmo y afán la calidad de los galácticos.
Hablando del fútbol profesional, parece que la mayoría de los que conocemos un poco la actualidad, coincidiremos en que está totalmente prostituido, y es que, por desgracia, el fútbol moderno se ha convertido en un negocio donde quien menos importa es el aficionado de a pie. El socio. El abonado. El que deja la comida del domingo para acudir a ver a su equipo. El que discute con su pareja para poder ir a ver al club de sus amores. El que deja las cenas y los cines para ahorrar en un viaje para seguir los colores que lleva tatuados en su corazón. Pero parece que, estos cada vez tienen menor protagonismo en la mayoría de clubs, donde es más importante gastarse el dinero en sueldos astronómicos para poder traer algún jugador que, seguro, no siente los colores ni la décima parte de ese aficionado. Esto es así. El aficionado es, sin duda, el último mono de feria en este negocio y es que, poco importan las dificultades económicas por las que pasan muchos aficionados. Facilidades por parte de los clubes, las justas. ¿Despilfarros y pufo? Para dar y regalar.
Pero el dinero se acaba. La crisis está llegando al mundo del fútbol, y en los próximos años, se prevé la desaparición de algunos equipos y un recorte importante en los salarios desorbitados de los futbolistas. No queda otra. Ley de la oferta y la demanda. Será el momento de desenmascarar a una gran parte de chupópteros y parásitos que han convertido el deporte rey en un culebrón sinsentido.
Hay días que me levanto con ganas de pasar del fútbol. Desganado. Siempre lo mismo. En esos días me doy un paseo por las plazas y parques, observando a los críos dar patadas al balón, esa ilusión y sentimiento que dejé de ver hace muchos años en el futbol profesional, y es que el verdadero corazón del fútbol, está en la grada, no en el césped. Ellos son la verdadera esencia del fútbol. El resto, meros figurantes de una obra, con trágico final. Y sino, al tiempo.
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