"Amanece que no es poco" | Diario de un Indigente

* En capítulos anteriores:


Después de una dura noche donde la lluvia y los truenos habían hecho un inesperado acto de presencia, la noche queda atrás y poco a poco el cielo pierde la negra apariencia para dar paso a un color blanquecino.


Ha sido mi primera noche en calidad de indigente y no he dormido absolutamente nada. Sin embargo, aproveché para plasmar en papel todas aquellas sensaciones que sentí en ese momento, cuando y aunque fuera en sentido figurado, me sentía absolutamente solo ante el mundo. 

No eran ni las 7 de la mañana cuando mis compañeros David y Pepelu ya estaban en marcha, y es que a esa hora, los barrenderos ya hacen acto de presencia y es momento de retirar las pertenencias para no molestar al personal de limpieza. Me llamó poderosamente la atención el respeto mutuo entre indigentes y barrenderos, donde además se respira un gran cariño entre ambos grupos.

Una vez más, no faltó la sonrisa de David para darme los buenos días. ¿Como es posible que después de dormir en la calle y estar completamente empapado por la lluvia tenga fuerzas para sacar una sonrisa sincera que dedicarme? Estos detalles llegan y marcan a uno.

El césped del parque aún guardaba claros síntomas de la tormenta, un aguacero del que habíamos sido testigos directos y que no había hecho más que recrudecer mi primera noche en la calle.


Me sentía muy cansado y nervioso, con el estómago totalmente cerrado y un fuerte dolor de barriga que hicieron que esa mañana se convirtiera en una pesadilla para mi. Me notaba sin apenas fuerzas y con unas terribles ganas de abandonar la misión, aunque por otra parte, tenía ganas de continuar un día más con mis nuevos amigos, que se mostraron siempre a mi lado mientras me explicaban todos aquellos secretos en los días de bajón. Una frase me marcó: La calle es la Universidad más dura de la vida aunque la experiencia que aquí se adquiere, no lo encuentras en ningún lado. ¡Cuanta razón! pensé para mis adentros.

Gracias a esa conversación, la mañana pasó rápida y la verdad es que lo necesitaba. Sobre las 14 horas era el turno de comer, y para hoy teníamos McDonalds, que un vecino nos trajo. Se ve que no era la primera vez que tenía ese detalle. Personas como esta tienen el cielo ganado. 


Debo decir que no probé bocado, cada vez me encontraba peor y el dolor de barriga iba en aumento, estaba tocando fondo. Intentaba distraerme en cualquier cosa pero no podía. Estaba completamente roto. Así que y cuando apenas pasaban unos minutos de las 17 horas, me dí por vencido y abandoné la calle. No sin antes dar un fuerte abrazo a David, Pepelu y Genaro. Mis vecinos. Mis amigos.

No estoy en condiciones de dar lecciones de lo que es la calle. Apenas "estudié" un breve capítulo de un libro que no tiene fin, pero si que pude conocer muchas cosas en las 36 horas que sobreviví en ella. Por una parte, la calle da libertad. Por otra, te la quita. Eres libre y, por desgracia, no tienes ningún tipo de carga familiar ya que, en la mayoría de casos de indigentes, se han roto los enlaces con amistades y familiares. Sin embargo, tienes muchas barreras ante ti. Adicciones, depresiones y desprecio social son un sanbenito que llevan colgados muchos de los "sintecho" que encontramos en la calle y deben luchar ante ello sin apenas fuerzas ni recursos.

Me quedo con muchas cosas positivas, en especial con los valores de amistad y lealtad que procesan los indigentes que conocí. ¡Gracias amigos! Estoy convencido que al final del tunel, encontraréis la luz.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

CAGONDENAAAA PEDRITOOOOO NO TE FLIPIS TANTTT
JA TE VALDRIA A TU VIURE ALGUNS DIES AMB ES NOSTROS VEINATTSSS!

ALBITA

Anónimo dijo...

36 horas de indigente?? Te llegó a crecer la barba, hijo?? Madre mía...

Anónimo dijo...

Conozco gente que sale de fiesta y pasa mas tiempo fuera de casa...

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