Cae la noche de forma irremediable, y con ella, crece en mi el sentimiento de malestar e inseguridad. Es mi primera noche en la calle y a pesar de conocer bien el terreno siento que me falta algo. Además, y para mayor dramatismo, el cielo está cada vez más encapotado y anuncia lluvia...
Sigo alejado de mis amigos, ellos siguen descansando o leyendo, en caso de Pepelu, por lo que observo en mi soledad como poco a poco la luz solar va dejando paso a una espesa oscuridad que, y a pesar de estar en el centro de una gran ciudad, me hacen sentir más solo que nunca.
Levanto la mirada y veo a mis compis como reciben una visita. Es una chica con una bolsa de basura. Me acerco para que ver que sucede, y me encuentro con la bolsa de grandes dimensiones repleta de donuts. A unos 50 metros del parque hay una sucursal de "Dunkin&Donuts" y de vez en cuando les acercan el género que no se vende durante el día. Después y al preguntar porque no lo hacían más a menudo, me enteré que los establecimientos (restaurantes y demás) que dan las sobras se juegan fuertes multas en caso de que alguien sufra una intoxicación o algo. Abrimos la bolsa y había MÁS DE 100 DONUTS. Menudo festival nos íbamos a pegar. Por desgracia no pude inmortalizar una instantánea de ese momento porque cuando llegué, además de Davinchi, Pepelu y Genaro habían varios indigentes más, y uno de ellos me reprendió por hacer fotos.
Era mi primer mal rollo callejero y lo tuve con un valenciano cuarentón que me dijo que como fuera de algún periódico o algo, me rajaría. Así. Sin más. Llevaba apenas 15 horas en la calle y había aprendido algo. La calle te da una de cal y una de arena. Puedes encontrarte personas con un gran corazón que te dan todo cuanto tienen o bien otras personas que y debido a un odio irracional a la raza humana y a todo lo que les rodea son capaces de soltar cualquier barbaridad y quedarse igual. No tienen nada que perder. Una foto del grupo, imagino que sabréis de quien se trata la persona a la cual he tapado la cara.
Después del atracón de dulce (comí 9 donuts), Genaro propuso jugar a una especie de "chinos", aunque y a juzgar por como vivían el juego, era una puta mierda. Hay un detalle que he pasado por alto. En la calle, como imaginaréis, se bebe. Y mucho. Vino de la casa. El tinto de batalla de toda la vida y con el paso de las horas, la ingesta del alcohol en los indigentes se va notando más, con el consiguiente resultado de efusividad o agresividad (en algunos casos) de quien lo toma. Yo, que llevaba sin probar gota de alcohol, me empezaba a sentir bastante desubicado.
Apenas pasaban unos minutos sobre las 11 de la noche, cuando los indigentes empezaron a coger sus pertenencias e iban a buscar un sitio para dormir. Ahí se respeta el espacio de cada uno, teniendo asignado un espacio por cabeza. El dormitorio se encuentra debajo de unas pequeñas gradas de piedra, que forman pequeños "apartamentos" (como así le llaman). Hay unos 15, por lo que no suele haber problema a la hora de alojarse. En verano muchas veces el parque pone el cartel de: NO HAY HABITACIONES, pero con la llegada del frío, los indigentes buscan otras zonas más cubiertas.
Después de ayudar al "traslado" de todo tipo de material como cartones, mantas o cojines. Me siento nuevamente en el banco y me pongo a escribir todo lo que había dado de sí el día. Es curioso. Escribir me da esa sensación de paz y bienestar que necesitaba. Además, me gusta lo que estoy pariendo. Por fin entiendo aquello de los escritores que se van a sitios pintorescos para encontrar el verdadero artista que uno lleva dentro. Soy muy exigente conmigo mismo, y muy pocas veces son las que quedo satisfecho con mi prosa, y ese momento era uno de ellos.
Solo dejaba el bolígrafo cuando aparecían algunos paseadores de canes que aprovechaban para dar a última hora un paseo a su mascota. Y mi perra, que aun tenía energía acumulada, se iba a jugar con ellos mientras yo charlaba con su dueño/a. Conocí a una chica muy maja, la cual se interesó por mi historia. Por momentos pensé que se uniría a mi aventura. Los cojones 33. Al final le dí mi Facebook.
Y de esta manera, pasé gran parte de la noche, hasta que y aproximadamente las 3:30 de la madrugada, los relámpagos hicieron acto de presencia para dar un toque tétrico a la situación. Tengo pánico a las tormentas desde pequeño. De los relámpagos a los truenos tan solo pasaron unos pocos minutos, debido al fuerte viento que azotaba y apenas tuve tiempo para resguarderme en el "apartamento". Pero poco duré como inquilino de ese habítaculo de 2 m2 ya que una fuerte tromba de agua hizo que, al no estar cubierto por los lados y unido al viento, me mojara por completo.
Ahí viví uno de los momentos más duros de la noche. Y no por mojarme. Tampoco por la tormenta a pesar del miedo que me producía, sino que al avisar a mis "vecinos" de la que estaba cayendo, no hicieron el mínimo esfuerzo por moverse y salir a buscar un cobijo. Les daba completamente igual empaparse. Y es durísimo estar tirado en la calle mientras te cae una tromba de agua.
Con suerte encontré cobijo en una sucursal de "La Caixa" , pongo el enlace para parecer importante. Horas atrás había hecho una foto a esa misma sucursal, aunque cuando fui no había nadie.
No deja de ser curioso los posters que decoraban la sucursal bancaria y que por las noches se convierte en residencia de muchos "sintechos" que precisamente carecen de todo aquello cuanto anuncia el banco. Y en ese espacio que veís en la foto estuve hasta las 6:30 de la mañana sin pegar ojo.
Próximo capítulo: "Amanece que no es poco"
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