"Yo tengo un ángel" - Diario de un indigente





Comienzo el drama me levanto de la cama
me cepillo los dientes y miro el sol salir,
prendo una vela con mucha cautela
y afuera escucho el barrio sin saber quien va a morir
y aun que le destino no este escrito lo escribimos
nosotros a nosotros nos toca el destino escribir
aun la vida este dura y el gobierno lo empeore
a nosotros nos toca decidir

Cuando apenas pasan unos minutos sobre las 6 de la mañana empieza el día para mi, y lo hago con la compañía de Tego Calderón y su tema “Yo tengo un ángel”, una canción que hasta ese momento no me había aportado absolutamente nada, sin embargo y en ese instante la letra del puertoriqueño me aportó la dosis de fuerza y moral que necesitaba antes del reto.

Hoy es el día que me convertiré en un sintecho. Y lo hago de forma voluntaria para vivir todo tipo de experiencias que me enriquezcan como persona, con la única compañía de un cuaderno, una cámara de fotos y Lua, mi perra y fiel amiga.

Son las 7 de la mañana y es momento de marchar hacia mi destino. Un parque público situado en el centro de mi ciudad. Llevo varios días estudiando el terreno y ya está todo preparado.

Bajo a la calle y siento el frío. Me recorre una sensación extraña que dura hasta que llego al parque y veo a mis “vecinos”, con los que he mantenido largas charlas en los últimos días. Desde lejos puedo reconocer a José Luís, Pepelu, cántabro de 54 años. Lleva el pelo largo y castaño, le acompaña una larga y espesa barba y gafas. Años atrás Pepelu se dedicaba al sector de la construccion, felizmente casado y con residencia en un tranquilo barrio de Santander. La crisis del ladrillo le dejó sin trabajo y a partir de ahí varios problemas personales lo dejaron sin casa y sin mujer. Se encontró solo. La calle fue su destino, aunque y por vergüenza a que le vieran sus allegados decidió abandonar su Cantabria Natal para instalarse en Mallorca. Lleva 5 años en la isla, y aunque haya conseguido algún trabajo eventual, y al no disponer de ninguna ayuda económica sigue en la calle.

Asume su situación y afronta esta dura lección de la vida con optimismo. Su mayor pasión es la lectura siendo capaz de leerse una novela en un día. Es un auténtico devorador de letras. Y una vez haya escrito estas palabras, el será el primero en leerlos, sé que ilusiona y aunque ahora pueda parecer forzado, de el solo tengo palabras buenas. Un caballero de los pies a la cabeza, con el don de decir la palabra adecuada en cada situación. Estoy convencido que la vida le dará otra oportunidad. Lo merece más que nadie.


A su lado está Genaro, gallego que supera los sesenta y que, al igual que su buen amigo Pepelu, lleva el pelo largo, aunque en su caso canoso y abundante barba. Bohemio, idealista, soñador e inteligente. Así es Genaro. A diferencia de Pepelu, el no vive en la calle, tiene una habitación alquilada en la otra punta de la ciudad, hecho que no le impide estar todas las mañanas en el parque, donde pasa el día en compañía de Pepelu, donde comentan todo tipo de anécdotas pasadas en antaño así como charlan de diferentes temas actuales.


Me reciben como todo un anfitrión, con una gran sonrisa y desde el primer momento me ofrecen todo cuanto tienen. Me emociona.
El tema de la mañana es la inesperada visita que recibieron la noche anterior, donde otro grupo de indigentes robaron algunas de las pertenencias de mis nuevos amigos, que se muestran indignados ante tal hecho. En ese momento, hace acto de presencia Davinchi, la última pieza del tridente y totalmente diferente a ellos. Joven, enérgico y en gran forma física. La mala vida le ha llevado a la calle, aunque está convencido de  que es algo temporal. Lo que más me gusta es que siempre tiene una sonrisa sincera para todo el mundo. Me vuelvo a emocionar al ver su sonrisa al poco de despertar, imaginando las caras de asco de muchas personas con una vida mucho más cómoda que la suya. Cuanto tendrían que aprender de Davinchi. Un crack. Le gusta pinta graffitis y un ejemplo de ello es su trono. Ahí solo se puede sentar el. Son leyes de la calle, que no se escriben, pero se respetan. 




Seguíamos hablando del incidente de la noche anterior cuando Davinchi nos interrumpe para decir que a partir de ahora que estemos tranquilos, que había encontrado la solución mientras nos enseña un palo de grandes dimensiones.


¿Tranquilizarme? Lo primero que pensé fue en regresar a casa.
Pasan las horas de forma muy lenta, veo pasar a centenas de personas, miles diría yo. Estamos en uno de las zonas más transitadas de la ciudad. Las observo. Sin embargo estas no nos dedican ni una mirada compungida o pena. Sienten total indiferencia por nosotros, incluso siento algunas miradas de desprecio. Siempre hay excepciones y varias personas se acercan. Conocen a mis vecinos e intercambiamos impresiones. Incluso un hombre mayor se acercó con 3 cafés con leche y al verme, sin decir nada, volvió al bar para traerme uno. Un detalle que se agradece enormemente. Y es que las cosas que salen del corazón de uno son las que más llegan. Tomó el café con una mezcla de alegría y culpabilidad por hacer gastar un dinero a alguien que quizás lo necesite más que yo.




El café me espabila y disfruto de mis mejores momentos con el repertorio de chistes de Genaro, un genio del humor que provoca las carcajadas de todos nosotros e incluso de añgún viandante que se queda para escuchar sus chistes. Y es que más que sus chistes, lo verdaderamente graciosa es la forma en como los cuenta. Los vive.

Otro entretenimiento que tengo es Lua, que se muestra contentísima de poder disfrutar de amplio terreno para husmear así como disfruta constantemente de la compañía de otros canes. Es muy feliz y eso me tranquiliza, ya que temía que pudiera sentirse desubicada.




Son las 15 horas y aparte del café no he comido nada desde las 6:30 y empiezo a tener una hambre descomunal. Comer en la calle es fácil ya que hay comedores sociales, sin embargo y por suerte tenemos un restaurante a pocos metros que, y una vez terminado el turno de la mañana (alrededor de las 16:30 horas) sacan los restos que les han quedado. Un detalle y más si tenemos en cuenta que es un restaurante de cierto lujo. Nunca imaginé que estaría disfrutando de una deliciosa paella en mi primer día como indigente casual o… causal.

Después de comer, mis amigos se echaron un rato. A mi me daba vergüenza, por lo que aproveché el sol que lucia para relajarme en otra zona del parque, que lucía lleno de mamis que vigilaban muy de cerca a sus pequeñuelos que jugaban en la zona infantil.

Las 7 de la tarde, cumplo 12 horas en la calle y las fuerzas me empiezan a flaquear. Tengo mucho cansancio y el cuerpo pesado.Intento distraerme con alguna novela de Pepelu pero no logró concentrarme, pero almenos pasó un par de horas inmerso en la lectura y alejado de todo aquello cuanto me rodea.



Y así es como el día daba paso a la noche, la que sería mi primera noche en la calle….


Próximo capítulo: "Solitaria y lluviosa noche"


P.D:  No me acuerdo de mi contraseña de Forocoches, cuando vuelva a casa la buscaré en el correo electrónico. Un abrazo chavales y  no troleis mucho.

3 comentarios:

Lola-Castellón dijo...

Enganchada a la historia. Espero la siguiente parte.

Anónimo dijo...

¡¡¡¡¡Queremos tus historias de vividor follador!!!!! Esperamos affaire sexual con vagabunda!!! No nos decepciones!!!!

Anónimo dijo...

A ver que sacas de bueno de todo esto. La idea es buena, veremos como se desarrolla la historia.

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